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Esclava mía, témeme. Ámame. Esclava mía, Pablo Neruda

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  Pablo Neruda 10 ESCLAVA mía, témeme. Ámame. Esclava mía! Soy contigo el ocaso más vasto de mi cielo, y en él despunta mi alma como una estrella fría. Cuando de ti se alejan vuelven a mí mis pasos. Mi propio latigazo cae sobre mi vida. Eres lo que está dentro de mí y está lejano. Huyendo como un coro de nieblas perseguidas. Junto a mí, pero dónde? Lejos, lo que está lejos. Y lo que estando lejos bajo mis pies camina. El eco de la voz más allá del silencio. Y lo que en mi alma crece como el musgo en las ruinas. Pablo Neruda

Déjame sueltas las manos, Pablo Neruda

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  Pablo Neruda 6 DÉJAME sueltas las manos y el corazón, déjame libre! Deja que mis dedos corran por los caminos de tu cuerpo. La pasión —sangre, fuego, besos— me incendia a llamaradas trémulas. Ay, tú no sabes lo que es esto! Es la tempestad de mis sentidos doblegando la selva sensible de mis nervios. Es la carne que grita con sus ardientes lenguas! Es el incendio! Y estás aquí, mujer, como un madero intacto ahora que vuela toda mi vida hecha cenizas hacia tu cuerpo lleno, como la noche, de astros! Déjame libre las manos y el corazón, déjame libre! Yo sólo te deseo, yo sólo te deseo! No es amor, es deseo que se agosta y se extingue, es precipitación de furias, acercamiento de lo imposible, pero estás tú, estás para dármelo todo, y a darme lo que tienes a la tierra viniste— como yo para contenerte, y desearte, y recibirte! Pablo Neruda

Amiga, no te mueras, Pablo Neruda

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  Pablo Neruda 5 AMIGA, no te mueras. Óyeme estas palabras que me salen ardiendo, y que nadie diría si yo no las dijera. Amiga, no te mueras. Yo soy el que te espera en la estrellada noche. El que bajo el sangriento sol poniente te espera. Miro caer los frutos en la tierra sombría. Miro bailar las gotas del rocío en las hierbas. En la noche al espeso perfume de las rosas, cuando danza la ronda de las sombras inmensas. Bajo el cielo del Sur, el que te espera cuando el aire de la tarde como una boca besa. Amiga, no te mueras. Yo soy el que cortó las guirnaldas rebeldes para el lecho selvático fragante a sol y a selva. El que trajo en los brazos jacintos amarillos. Y rosas desgarradas. Y amapolas sangrientas. El que cruzó los brazos por esperarte, ahora. El que quebró sus arcos. El que dobló sus flechas. Yo soy el que en los labios guarda sabor de uvas. Racimos refregados. Mordeduras bermejas. El que te llama desde las llanuras brotadas. Yo soy el que en la hora del amor te desea. El aire

Hago girar mis brazos como dos aspas locas, Pablo Neruda

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  Pablo Neruda 1 HAGO girar mis brazos como dos aspas locas... en la noche toda ella de metales azules. Hacia donde las piedras no alcanzan y retornan. Hacia donde los fuegos oscuros se confunden. Al pie de las murallas que el viento inmenso abraza. Corriendo hacia la muerte como un grito hacia el eco. El lejano, hacia donde ya no hay más que la noche y la ola del designio, y la cruz del anhelo. Dan ganas de gemir el más largo sollozo. De bruces frente al muro que azota el viento inmenso. Pero quiero pisar más allá de esa huella: pero quiero voltear esos astros de fuego: lo que es mi vida y es más allá de mi vida, eso de sombras duras, eso de nada, eso de lejos: quiero alzarme en las últimas cadenas que me aten, sobre este espanto erguido, en esta ola de vértigo, y echo mis piedras trémulas hacia este país negro, solo, en la cima de los montes, solo, como el primer muerto, rodando enloquecido, presa del cielo oscuro que mira inmensamente, como el mar en los puertos. Aquí, la zona de m